Velad, pues, en todo tiempo orando que seáis tenidos por dignos de escapar de todas estas cosas que vendrán, y de estar en pie delante del Hijo del Hombre.
Lucas 21:36


Desde que me convertí al Señor, Él puso en mi corazón anotar el tiempo que oro diarimente con el propósito de yo mismo supervisar mi vida de oración. Cuando veo que en algún día he orado poco, el Espíritu me redarguye y al otro día me esfuerzo en orar más. También acostumbro a anotar todos los puntos por los cuales debo orar, y así me aseguro que no omito nada en la oración. Si Dios es un Dios de orden, como dice la Palabra, entonces cuántos más nosotros tenemos que ordenarnos en todo, incluyendo nuestra vida de oración.

No son cinco minutos de oración diaria. Hay cristianos que están tan afanados por las cosas perecederas que apenas tienen tiempo para orar. El convertido vive una vida de oración cuidadosamente programada, está pendiente de no fallar a su vida de oración. Ésta es una de las cosas que tenemos que velar: nuestra vida de oración. “Vela y ora en todo tiempo, si quieres escapar…”. 

El reino de los cielos ya está manifestado en nuestros corazones y lo que falta es que este cuerpo mortal sea transformado en uno inmortal y volemos con el Señor. Esto está a punto de suceder, por lo tanto, hermano, vela, no te duermas espiritualmente, no te entretengas en las cuestiones temporales, ni pongas tus ojos en las cosas de éste mundo. Que todo tu ser esté puesto en las cosas de arriba, anhelando el Rapto en tu corazón, clamando en todo tiempo para que el Señor te dirija y enderece delante de ti el camino que te hará llegar a ser partícipe de éste movimiento glorioso que con ansiedad esperan los creyentes.





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