El Antiguo Testamento se cierra con esta increíble profecía de Malaquías: “He aquí, yo os envío el profeta Elías, antes que venga el día de Jehová, grande y terrible. El hará volver el corazón de los padres hacia los hijos, y el corazón de los hijos hacia los padres, no sea que yo venga y hiera la tierra con maldición.” (Malaquías 4:5-6)

Esta profecía fue cumplida en gran medida en el ministerio de Juan el Bautista. Un ángel se le apareció a Zacarías y le profetizó que su hijo Juan haría volver a muchos en Israel al Señor, y que “[iría] delante de él con el espíritu y el poder de Elías, para hacer volver los corazones de los padres a los hijos, y de los rebeldes a la prudencia de los justos, para preparar al Señor un pueblo bien dispuesto.” (Lucas 1:17)

Jesús, hablando a Sus discípulos acerca de Juan el Bautista, dijo: “Y si queréis recibirlo, él es aquel Elías que había de venir” (Mateo 11:14). Y añadió: “El que tiene oídos para oír, oiga” (11:15). Yo creo que Jesús les estaba pidiendo que vean el significado espiritual de la venida de Juan, como fue profetizado, en el espíritu y poder de Elías.

El mismo Juan negó enfáticamente que él haya sido Elías resucitado de entre los muertos. Cuando los Judios le preguntaron explícitamente: “¿Eres tú Elías?... Y respondió: No. Yo soy la voz de uno que clama en el desierto: Enderezad el camino del Señor, como dijo el profeta Isaías.” (Juan 1:21-23). Esta es la razón por la cual Jesús dijo a Sus discípulos que sólo los ojos y oídos espirituales entenderían que Juan el Bautista era del mismo tipo de ministerio que Elías el profeta. Juan era un predicador de la justicia, al igual que Elías, enviado para despertar a la gente a preparar un camino recto y estrecho de santidad.

Juan, ungido con el mismo espíritu intrépido y el poder que estaba sobre Elías, vociferaba contra los pecados de los Judios desobedientes, codiciosos, y amantes del placer. Cristo estaba pronto a aparecer y este poderoso hombre de la verdad repentinamente vino a preparar a un pueblo para el Señor. Este profeta del desierto fue enviado para hacer volver los corazones de las personas, lo cual es la definición verdadera del arrepentimiento. Juan predicó el arrepentimiento, la restitución, la pureza del corazón, la justicia, y un camino de practicar la santidad para corresponder con una abierta confesión de pecados.

Creo que el profeta Malaquías (así como otros profetas del Antiguo Testamento) hablan de un grupo de personas santas que será levantado justo antes de segunda venida de Cristo. Ellos ministrarán bajo el mismísimo espíritu y poder que estaba sobre Elías y Juan el Bautista.

Este grupo de creyentes de los últimos días prestará atención a la profecía de Isaías: “Clama a voz en cuello, no te detengas; alza tu voz como trompeta, y anuncia a mi pueblo su rebelión, y a la casa de Jacob su pecado.” (Isaías 58:1).


 


por: David Wilkerson

Velad, pues, en todo tiempo orando que seáis tenidos por dignos de escapar de todas estas cosas que vendrán, y de estar en pie delante del Hijo del Hombre.
Lucas 21:36


Desde que me convertí al Señor, Él puso en mi corazón anotar el tiempo que oro diarimente con el propósito de yo mismo supervisar mi vida de oración. Cuando veo que en algún día he orado poco, el Espíritu me redarguye y al otro día me esfuerzo en orar más. También acostumbro a anotar todos los puntos por los cuales debo orar, y así me aseguro que no omito nada en la oración. Si Dios es un Dios de orden, como dice la Palabra, entonces cuántos más nosotros tenemos que ordenarnos en todo, incluyendo nuestra vida de oración.

No son cinco minutos de oración diaria. Hay cristianos que están tan afanados por las cosas perecederas que apenas tienen tiempo para orar. El convertido vive una vida de oración cuidadosamente programada, está pendiente de no fallar a su vida de oración. Ésta es una de las cosas que tenemos que velar: nuestra vida de oración. “Vela y ora en todo tiempo, si quieres escapar…”. 

El reino de los cielos ya está manifestado en nuestros corazones y lo que falta es que este cuerpo mortal sea transformado en uno inmortal y volemos con el Señor. Esto está a punto de suceder, por lo tanto, hermano, vela, no te duermas espiritualmente, no te entretengas en las cuestiones temporales, ni pongas tus ojos en las cosas de éste mundo. Que todo tu ser esté puesto en las cosas de arriba, anhelando el Rapto en tu corazón, clamando en todo tiempo para que el Señor te dirija y enderece delante de ti el camino que te hará llegar a ser partícipe de éste movimiento glorioso que con ansiedad esperan los creyentes.







 «Para que habite Cristo por medio de la fe en vuestros corazones, a fin de que, arraigados...en amor, seáis plenamente capaces de comprender con todos los santos cuál sea la anchura, la longitud, la profundidad y la altura, y de conocer el amor de Cristo, que sobrepasa a todo conocimiento, para que seáis llenados hasta toda la plenitud de Dios» (Ef. 3:17-19).

Estas palabras son demasiado excelsas para nosotros.

¿Qué conocemos del amor del Calvario?
Si puedo criticar fácilmente los defectos y pecados de cualquier persona; si puedo hablar con ligereza incluso de las faltas de un niño, entonces no conozco nada del amor del Calvario.

Si puedo disfrutar un chiste que se hace a expensas de otro; si puedo, en cualquier forma, despreciar a alguien en una conversación, o aun en mi pensamiento, entonces no conozco nada del amor del Calvario

Si puedo decir una palabra áspera o tener un pensamiento cruel, sin sentir dolor ni vergüenza, entonces no conozco nada del amor del Calvario.

Si le echo en cara a alguien un pecado del cual se arrepintió, que ya confesó y abandonó, y permito que el recuerdo de aquel pecado ocupe mi mente y alimente mis sospechas, entonces no conozco nada del amor del Calvario.

Si no tengo la paciencia de mi Salvador con las almas que crecen lentamente; si casi no conozco lo que es sufrir los agudos dolores de parto, hasta que Cristo sea completamente formado en ellas, entonces no conozco nada del amor del Calvario.

Miedoso de decir la verdad
Si temo decir la verdad por miedo de perder el cariño de alguien, o porque podría creer que yo no entiendo y que estoy equivocado, o porque puede estropear mi reputación de persona amable; si mi buen nombre está antes que el máximo bienestar del otro, entonces no conozco nada del amor del Calvario.

Si me contento con curar una herida a la ligera, diciendo: paz, paz, donde no hay paz; si olvido las conmovedoras palabras: El amor sea sin fingimiento, y le quito el filo a la verdad por hablar con lisonjas, y no con rectitud, entonces no conozco nada del amor del Calvario.

Si me aferro a una opción, cualquiera que sea, sólo porque es la que a mí me gusta; si le doy cabida a mis gustos y aversiones personales, entonces no conozco nada del amor del Calvario.

Si antepongo mi propia felicidad al bienestar del trabajo que se me ha encomendado; si desmayo, aunque tenga este ministerio y haya recibido mucha misericordia, entonces no conozco nada del amor del Calvario.

Si soy blando conmigo y me deslizo cómodamente dentro del vicio de la autocompasión; si yo, por la gracia de Dios, no practico la firmeza, entonces no conozco nada del amor del Calvario.

Si no cierro la puerta en el instante en que me doy cuenta de que la sombra del yo está cruzando el umbral; y si no mantengo esa puerta cerrada mediante el poder de Aquel que produce en nosotros así el querer como el hacer, entonces no conozco nada del amor del Calvario.

Si me siento ofendido con facilidad; si me siento conforme cuando persisto en mantener una relación fría y distante, aunque sea posible entablar una amistad, entonces no conozco nada del amor del Calvario.

Si algo que me cae por sorpresa puede lograr que yo responda con una palabra intolerante y sin amor, entonces no conozco nada del amor del Calvario. Una copa llena de agua dulce no puede derramar ni una sola gota de agua amarga, aunque la sacudan de repente.
Si me resiento con aquellos que, según mi parecer, me censuran injustamente, olvidando que si me conocieran tanto como yo, me censurarían mucho más, entonces no conozco nada del amor del Calvario.

Si digo: «Sí, perdono, pero no puedo olvidar»; como si el Dios que limpia dos veces al día toda la arena de todas las playas del mundo, no pudiera llevarse esos recuerdos de mi mente, entonces no conozco nada del amor del Calvario.

Si a mi lado puede haber almas sufriendo y yo difícilmente lo noto, porque el espíritu de discernimiento no está en mí, entonces no conozco nada del amor del Calvario.

Si me reservo algo en mi entrega a Aquel que tuvo tanto amor, que dio a quien más amaba, por mí; si en mi oración existe algún «pero» secreto, o un «cualquier cosa menos eso, Señor», entonces no conozco nada del amor del Calvario.
Si me enredo en cualquier pasión desordenada; si hay cosas, lugares o personas que impiden mi obediencia al Señor, entonces no conozco nada del amor del Calvario.

Si la alabanza del hombre me enaltece y sus acusaciones me deprimen; si no puedo permanecer tranquilo sin defenderme, cuando estoy involucrado en un malentendido; si amo ser amado, más que amar, y ser servido, más que servir, entonces no conozco nada del amor del Calvario.

Si no me olvido de algo tan trivial como los logros personales, para que la idea de que yo tenga éxito nunca cruce por mi mente, o si lo hace, nunca le dé cabida ni por un instante; si la copa de la adulación espiritual me sabe dulce, entonces no conozco nada del amor del Calvario.

Si evito ser «arado», con todo lo que esto implica: una manipulación brusca, situaciones desagradables, aislamiento, pruebas extrañas, entonces no conozco nada del amor del Calvario.

Si me niego a ser un grano de trigo que cae en la tierra y muere, o sea que «es separado de todo aquello en lo que vivía antes», entonces no conozco nada del amor del Calvario.

Si pido ser librado de la prueba en lugar de pedir liberación por medio de ella, para la alabanza y la gloria de Dios; si olvido que el camino de la cruz me lleva a la cruz y no a un jardín florido; si regulo mi vida, o mi pensamiento, con base en estas pautas, incluso sin darme cuenta, y por eso me sorprende y me extraña que el camino sea escabroso, a pesar de que la Palabra dice: «No os sorprendáis...Tened por sumo gozo» (1 Pe. 4:12; Stg. 1:2-4), entonces no conozco nada del amor del Calvario.

Si no pueden pedir de mí lo máximo, mi mayor esfuerzo; si mis compañeros vacilan en pedírmelo, y acuden a otros, entonces no conozco nada del amor del Calvario.

Si ambiciono algún lugar en la tierra distinto al suelo polvoriento en la base de la Cruz, entonces no conozco nada del amor del Calvario.

Aquello que no conozco, ¡enséñamelo, oh Señor, mi Dios!



Pablo luchaba incansablemente contra los de "la circuncisión" porque estos negaban, reclamando la obediencia a la ley, la suficiencia de Cristo. Lo que Jesús había hecho en el calvario ya no era todo lo que necesitabamos para vivir, era también necesario, según estos, circuncidarse. Pablo se enfurecia y les decía a los Galatas: "Si os circuncidáis, de nada os aprovechará Cristo. De Cristo os desligasteis" (Gal. 5:2,4). En otras palabras: O Cristo es todo lo que necesitamos o él murió en vano y la ley es nuestra esperanza.

Para Pablo no era algo insignificante. Ciertas personas estaban negando que la cruz de Jesús era nuestra absoluta victoria. Estos lobos disfrazados de ovejas se metían en las Iglesias encubiertamente y de una manera estaban negando ese grito glorioso de Jesús en la cruz: "Consumado es". O sea: "Hecho está". "La obra está concluida". "Todo lo que se debía hacer ya lo hice". "Todo lo que el ser humano necesita está en esta obra que está completamente terminada". The End. Fin. Para ti y para mí.
Por eso él es " la plenitud que todo lo llena en todo". Pablo oraba por los Efesios para que "sean plenamente capaces" de "conocer el amor de Cristo", "PARA QUE SEAN LLENOS DE TODA LA PLENITUD DE DIOS". Pablo sabía que la cruz de Cristo es todo lo que el ser humano necesita. 


Nada más. "Consumado es". Cualquiera que quisiere añadirle algo o completarla con algo lo único que estaría haciendo es negar esa suficiencia, esa obra terminada. Sería como decirle al Señor: "Ey, no has terminado tu obra, no me basta con tu muerte en la cruz, también necesito esto o aquello".
Esto enfurecía tanto a Pablo que los llamaba a estos hombres "enemigos de la cruz de Cristo" (Fil. 3:18) y "obreros fraudulentos" (2ª Cor. 11:13)


"Casi consumado es, pero tranquilos, los psicologos cristianos la concluirán"


Con los hoy llamados "psicologos cristianos", los predicadores del pensamiento positivo y los sonrientes motivadores de la escuela de John Maxwell sucede exactamente lo mismo.


Ellos nunca negarían abiertamente la obra de Jesús en el calvario porque eso los dejaría sin trabajo. De la misma manera que dijo Pablo que "Satanás se disfraza como ángel de luz y sus ministros se disfrazan como ministros de justicia" (2ª Cor. 11:14,15), así estos son muy sutiles también. Jamás negarían a Jesús. Pero luego con sus enseñanzas engañosas lo hacen.


¿Como? ¿Como?. Muy facil.


Escriben cientos y cientos de libros y dan cientos y cientos de conferencias, predican en la radio y la televisión dandonos la receta de "como lograr la felicidad", "como llegar a ser un gran lider", "como sanar el alma herida", "como ser una persona exitosa", "como ser rico", "como dejar atrás el pasado", "como llegar a tener una Iglesia de miles", "como ser más rico que Abraham, tener más señales que Moises, tocar con más unción que David y tener más esposas que Salomon sin morir en el intento". Recetas y claves de exito por doquier. Si uno junta todos sus consejos tendriamos material para hacer felices y prosperos a las 50 generaciones venideras completas.


Pero el problema es: NI UNA SOLA PALABRA DE LA CRUZ DEL CALVARIO.


Mucho pensamiento positivo, poder de las palabras, regresión a la infancia, ideas muy locas y divertidas, metas claras y definidas, mucho esfuerzo humano, exaltación de tu potencial, desarrollo, vision expandida, amate a ti mismo, sonriete en el espejo, eres la flor de la creación, mucho sueña, sueña, mente empresarial, Dios es más bueno que Papa Noel, juegos divertidos para que la gente no se aburra en las reuniones. PERO DE LA CRUZ DE CRISTO N-A-D-A. NADA. NADA.


Mucho gloria a nuestras grandes ideas, gloria a todo el potencial que tenemos, gloria a lo listos que somos y gloria a lo bonitos que somos, PERO ¿DONDE ESTAN LOS GLORIAS AL QUE DIJO "CONSUMADO ES"?.


¿No era nuestra dependencia lo que esperaba el Señor?. ¿O me confundí?. ¿No era su gloria la que quería mostrar?. ¿O me perdí alguna lección y era nuestra hermosa gloria de liderazgo la que quería que todos vieran?. ¿Todo esto del Evangelio no se trataba del AMOR de un Dios Santo a viles pecadores?. ¿La idea no era ser pequeños para que él sea grande?. ¿Se acuerdan de "Es necesario que El crezca pero que yo mengue"?. ¿No debíamos perder nuestras vidas por El para salvarlas?. ¿Y eso de "el que quiera salvar su vida la perderá, y el que pierda su vida por causa de mí la salvará?. ¿El Señor mandó quitarlo de la Biblia y me perdí el anuncio?. ¿Necesito amarme a mi mismo o el amor de Dios por mí me basta?. ¿Ya no somos todos pecadores? ¿Cristo murio por gente muy valiosa y con mucho potencial?. Entonces entregó cada gota de su sangre porque no podía dejar ir al infierno a gente tan valiosa y tan importante ¿no?. Bueno entonces todo eso de la gracia y misericordia nada. Ahora entiendo. Claro, Dios se dio cuenta que debía recuperar a estos guerreros, lideres eficaces, apostoles del nuevo milenio para su Reino, como desperdiciar tanto talento ¿no?, es como un entrenador de futbol que dejó ir a un jugador y de golpe se da cuenta lo que perdió y paga cualquier cosa por él, hasta su propio hijo. Ahhhh, ahora entiendo.


BASURA. BASURA. BASURA. BASURA.


"El os dio vida a vosotros, cuando estabais muertos en vuestros delitos y pecados... y éramos por naturaleza hijos de ira, lo mismo que los demás. Pero Dios que es rico en MISERICORDIA, por su gran AMOR con que nos AMÓ...nos dió vida juntamente con Cristo (por gracia sois salvos)... para mostrar en los siglos venideros las abundantes riquezas de su GRACIA" (Efes. 2:1-10).


¿Quieren algo más claro?


No valíamos un centavo, nos ibamos directo al infierno, eramos como "suciedad" como escribió Isaías, pero EL tuvo MISERICORDIA.


Por dos razones:
1- Porque "nos amó"
2- "Para mostrar en los siglos venideros las abundantes riquezas de su gracia"


Adios. Caso terminado. Gracia y misericordia.
Que quiere mostrar él con nosotros. "Las abundantes riquezas de su GRACIA".
Quiere mostrar su gloria no la nuestra. Algunos creen que cuando Dios los mira dice: "Guau que fuerte es y que valiente". Chao gracia. El te mira y dice: "Puedo hacer lo que sea con quien sea".
"Tenemos este tesoro en vasos de barro, para que la excelencia del poder sea de Dios, Y NO DE NOSOTROS" (2ª Cor. 4:7). No necesito exaltar el vaso de barro para sentirme bien, necesito dedicar mi vida para exaltar el tesoro que se llama Jesucristo.


Quieres saber en que se deleita Dios. Que es lo que mira y le gusta.


"No se deleita en la fuerza del caballo, ni se complace en la agilidad del hombre. Se complace Jehova en los que le temen ,Y EN LOS QUE ESPERAN EN SU MISERICORDIA" (Sal. 148:10,11).


Pero algunos piensan todavía que entrarán aplaudidos al cielo. Ja. Entraremos y los angeles dirán: "Uf, Dios mío, esto sí que es GRACIA". Como dicen en Argentina: "Que país generoso".


¿Quien reina?


En el libro de Marcos Witt "Liderazgo al extremo" dice: "Sueña, sueña y sueña, y cuando termines de soñar, sueña otra vez. Tendrás toda una vida de sueños cumplidos y deseos de Dios para ti realizados". Que lindo. Que bonito. Ya está, se me ocurrio como publicitar al Señor. ¿Que les parece?. ¡Venga a los caminos de Dios, él es mejor que el genio de Aladino (¿se acuerdan?, el de la lampara que se frota y se pide tres deseos). El genio de la lampara de Aladino solo cumple 3 deseos y el Señor tooooodos, tooooodos los que pidas!.


Ahora yo pregunto: Si estoy sueña que te sueña, buscando disfrutar la vida, repitiendome por 3 semanas: "Me gusta tener dinero, merezco tener dinero, tengo derecho a ganar dinero y a ser rico. Voy a hacer todo lo éticamente posible para convertirme en una persona rica economicamente" como dice el libro "Tu vida, un cambio hacia la victoria" de una psicologa argentina que dice que tengo que cerrar mis ojos y decir esto en voz alta, y busco "mi mejor vida ahora", ¿les parece que en el trono de mi vida está el Señor o estoy yo?. ¿Quien está reinando? ¿Todos mis sueños y la busqueda del dios YO o el Rey de Reyes?. ¿Tengo que buscar realizarme o debo buscar cumplir la voluntad de Dios para mi vida?. "Ay es que Dios solo quiere darte más y más de todo, abundancia, felicidad. bendición, riquezas, etc, etc". Te alabo Jesús porque eres más que Aladino. Ja. Pablo también tenía abundancia: "Yo más; en trabajos más abundante; en azotes sin numero; en carceles más; en peligros de muerte muchas veces... tres veces he sido azotado con varas; una vez apedreado; tres veces he padecido naufragio; una noche y un día he estado como naufrago en alta mar; en caminos muchas veces; en peligros; en peligros de ríos, peligros de ladrones... en trabajo en fatiga, en muchos desvelos, en hambre y sed, en muchos ayunos, en frio y en desnudez" (2ª Cor. 11:22-29). Uf que abundancia la de Pablo. Que vida más bonita y rica. Que manera de soñar ¿no?


 Hablo de que mi mirada tiene que estar puesta en buscar primeramente el Reino de Dios y de que la condición ineludible para que él sea mi SEÑOR es que debo entregarle todo lo que soy. Ya no debo escribirle en una hoja todo lo que quiero que El haga por mí, sino que debo agarrar una linda hoja en blanco, firmarla y decirle al Señor: "Escribe lo que quieras, lo que tu desees, tú eres mi dueño, mi Señor".


Si planeo mi vida conforme a lo que a mí me gustaría ¿podré decir como Pablo "de ninguna cosa hago caso, ni estimo preciosa mi vida para mí mismo, con tal que acabe mi carrera con gozo, y el ministerio que recibí del Señor Jesús" (Hech. 20:24)?. Uf mejor arrancamos esa parte de la Biblia. Y también cortemos todo el capitulo donde dice Jesús que "si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a si mismo, tome su cruz cada día. y sigame" (Luc. 19:23).


¿No será por esto que cuando se le pregunta a una gran parte de los cristianos de hoy sobre a qué los llamó el Señor no tienen ni idea?.


No es papa Noel, ni el genio de la lampara de Aladino, ni un simple cumple sueños. El es el Rey de Reyes y Señor de Señores. Debemos entregarle todos nuestros sueños, planes, deseos y anhelos, y sacrificarlos en el altar de sacrificios y dejar que El ponga ahí SUS PLANES, SU VOLUNTAD.


Primer requisito para poder seguirle: Negarme a mí mismo. Segundo: Tomar la cruz. O sea. EL EN EL TRONO DE TU VIDA.


Conclusión


-¿Como ser feliz? A traves de llegar a comprender completamente ese amor inmerecido (gracia).


-¿Como sano mis heridas? En ese amor precioso (gracia) obtengo perdon inmerecido ¿como no voy a perdonar y olvidar?.


-¿Como ser una persona exitosa? A traves de esa cruz ya no me domina el pecado ahora puedo hacer la volunatd de mi Señor, ese es mi exito.


-¿Como hacer que mi iglesia o ministerio crezcan? A traves de lo que hizo Jesús por mí ahora tengo el Espiritu Santo, sus dones y su inigualable poder para hacer su obra. Cuando soy debil él es fuerte.


-¿Como sentirme seguro? No es mi seguridad la que me hace feliz y capaz para emprender algo, es la seguridad que me dió la cruz de Cristo. Dios ahora es mi fuerza y mi ayuda en todo lo que hago y gracias a esa obra del calvario nadie me puede separar de EL.


Por lo tanto TODA LA GLORIA SEA DADA AL QUE ME AMÓ POR PURA GRACIA Y MISERICORDIA. El sea el grande y yo él pequeño. A él sea la fama y toda honra. El sea nuestra confianza y valor. Por favor nadie intente más hacer "vana la cruz de Cristo".


La palabra dice: "Maldito el varón que confía en el hombre y pone carne por su brazo y su corazón se aparta de Jehová".


¡Cuidado con el humanismo !


El mayor hecho de la historia fue la venida de Jesucristo al mundo para vivir y morir por la humanidad. El siguiente hecho más importante fue el avance de la iglesia para encarnar la vida de Cristo y para difundir el conocimiento de su salvación por toda la tierra.

La tarea que enfrentó la iglesia, cuando bajó del aposento alto, no fue fácil: consistía en continuar la obra de un hombre famoso porque lo habían matado (muerto como mueren los criminales) y además la iglesia debía persuadir a la gente de que este hombre se había levantado de la muerte y que él era el Hijo de Dios y el Salvador. A simple vista, esta misión, por su misma naturaleza, estaba condenada al fracaso desde el comienzo. ¿Quién creería semejante historia? ¿Quién pondría su fe en alguien a quien la sociedad había condenado y crucificado? Abandonada, la iglesia hubiera parecido como miles de sectas malogradas antes que ella, sin dejar nada para que recuerden las siguientes generaciones.

La razón por la que la iglesia no murió fue que existía un elemento milagroso dentro de ella. Ese elemento fue suministrado por el Espíritu Santo, quien vino en Pentecostés para darle poder. La iglesia no era una mera organización ni un simple movimiento, sino la encarnación viviente del poder del Espíritu Santo. Por esa razón logró en pocos años conquistas morales tan prodigiosas como inexplicables. La única explicación posible para estas conquistas es Dios mismo.

Resumiendo, la iglesia comenzó en poder, se movió en poder y se siguió moviendo mientras tuvo poder. Cuando dejó de tener poder, se encerró en sí misma y trató de conservar sus logros. Pero sus bendiciones fueron como el maná: cuando trataron de conservarlos, durante la noche crió gusanos y echó mal olor. Del mismo modo, hemos tenido énfasis como el monasticismo, el escolasticismo y el intitucionalismo, entre otros; todos han sido indicadores de lo mismo: ausencia de poder espiritual. En la historia de la iglesia, cada retorno al poder del Nuevo Testamento ha marcado un nuevo avance, una fresca proclamación del Evangelio, un resurgimiento del fervor misionero; y toda disminución de poder ha visto el surgimiento de algún nuevo mecanismo de conservación y defensa.

Si este análisis es razonable, entonces podemos pensar que en la actualidad estamos en un estado de muy baja energía espiritual: porque no puede negarse que la iglesia moderna se ha hundido hasta las orejas y está luchando desesperadamente para defender el poco terreno que posee. Carece del discernimiento espiritual para saber que su mejor defensa es una ofensiva, y se encuentra muy lánguida como para actuar según ese conocimiento.

Si queremos avanzar, necesitamos tener poder. El paganismo está cercando la iglesia y su única reacción son algunas respuestas pobres y tímidas. Tales actividades significan un poco más que una leve contracción de los músculos de un adormecido gigante, demasiado somnoliento. Si la iglesia quiere tener una posición de influencia espiritual tiene que tener poder; tiene que llegar a ser formidable. Debe ser una fuerza moral impactante para llegar a ser tenida en cuenta y hacer de su mensaje una cosa revolucionaria, conquistadora.

Considerando que “poder” es una palabra que se presta para múltiples usos y abusos, permítanme explicar lo que quiero decir con ello. Primero, quiero significar energía espiritual de suficiente voltaje como para producir grandes santos. Una generación de cristianos indulgentes e inocuos son un pobre ejemplo de lo que puede hacer la gracia de Dios cuando actúa poderosamente en un corazón humano. El acto carente de emoción de “aceptar al Señor” practicado entre nosotros conserva poca semejanza con las conversiones dramáticas del pasado. Necesitamos el poder que transforma, que llena el alma con una dulce intoxicación, que hará que cualquiera esté conmocionado por el amor de Cristo.

Actualmente tenemos “santos teológicos” que pueden (y deben) ser probados como santos, mediante una apelación al original griego. Necesitamos santos cuyas vidas proclamen su santidad y que no necesiten recurrir a la concordancia para su autenticación.

En segundo lugar, por “poder” quiero decir unción espiritual que produce unción celestial a nuestra adoración, que endulza nuestros lugares de encuentro con la presencia divina. En un lugar tan santo, los sermones altisonantes y las personalidades radiantes están fuera de lugar. El egocentrísmo y el egoísmo son una gran tristeza para el Espíritu Santo. El poder divino hace que el énfasis recaiga donde corresponde, es decir, sobre el Señor mismo y su mensaje a la humanidad.

Asimismo, por “poder” me refiero a esa cualidad celestial que marca la iglesia como algo divino. La mayor prueba de nuestra debilidad en la actualidad es que ya no existe nada terrible o misterioso acerca de nosotros. La iglesia ha sido explicada (la evidencia más segura de su caída). Actualmente tenemos muy poco que no pueda ser explicado por la psicología y la estadística. En aquella primera iglesia, sus miembros se reunían en el pórtico de Salomón y tan grande era el sentido de la presencia de Dios que “ningún hombre se atrevía a reunirse con ellos”. El mundo vio fuego en ese arbusto y retrocedió aterrado. Por el contrario, nadie les teme a las cenizas. Hoy cualquiera se atreve a acercarse tanto como se le antoja. Incluso palmean en la espalda a la novia profesa de Cristo con grosera familiaridad. Si alguna vez volvemos a impresionar a hombres perdidos, con un temor saludable a lo sobrenatural, será porque tenemos una vez más la dignidad del Espíritu Santo. Deberemos conocer nuevamente el temor reverente que tienen los hombres y las iglesias cuando se hallan plenos del poder de Dios.

Por “poder” me refiero a esa energía efectiva que Dios ha soltado en la iglesia y en las circunstancias que la rodean, tanto en tiempos bíblicos como posbíblicos, que la hicieron fructífera e invencible entre sus enemigos.

¿Milagros? Si, cuando y donde fueren necesarios. ¿Respuestas a la oración? ¿Providencias especiales? Todo esto y aún más. Todo está resumido en las palabras de Marcos: “y fueron y predicaron por doquier, el Señor con ellos y confirmando las palabras con señales que las sucedían”. Todo el libro de los Hechos y los más nobles capítulos de la historia de la iglesia, desde los tiempos del Nuevo Testamento, son una extensión de ese versículo. Palabras tales como aquellas del segundo capítulo de Hebreos se erigen como un reproche para los cristianos escépticos de nuestra época: “Testificando Dios juntamente con ellos, con señales y prodigios y distintos milagros y repartimientos del Espíritu Santo según su voluntad”. Una iglesia fría se ve forzada a “interpretar” tal lenguaje. No puede penetrar en él, de modo que lo explica constantemente. Por eso, en esa triste situación, se puede incluso llegar a usar cualquier intento interpretativo y cualquier exposición sin respaldo escritural, para salvar las apariencias y justificar nuestra condición agonizante. Tal exégesis defensiva es solamente un refugio para la ortodoxia escéptica, un escondite para una iglesia demasiado débil como para estar de pie.

Nadie puede negar la necesidad de una ayuda sobrenatural en el trabajo de la evangelización mundial. Nos hallamos en desventaja por las fuerzas superiores del mundo. Y el hecho de no tener la ayuda de Dios significa una segura derrota. El cristiano que sale sin fe en los milagros, regresará sin fruto. Que nadie se atreva temerariamente a tratar de hacer cosas imposibles, salvo que haya sido previamente facultado por el Dios de lo imposible. Nuestra garantía de victoria es que “el poder de Dios estaba allí”.

Finalmente, por “poder” quiero decir esa inspiración divina que mueve el corazón y persuade al oyente a arrepentirse y a creer en Cristo. No es elocuencia, no es lógica, no es argumento. No es ninguna de estas cosas, si bien puede acompañar a cualquiera de ellas o a todas. Es más penetrante que el pensamiento, más desconcertante que la conciencia, más convincente que la razón. Es el sutil milagro que sigue a la predicación ungida, una misteriosa operación del Espíritu divino sobre el espíritu humano. Tal poder de estar presente en cierta medida antes de que alguien pueda ser salvo, es la facultad fundamental sin la cual hasta al más fiel seguidor le faltaría verdadera fe salvadora.

Tendremos tanto éxito en el trabajo cristiano como poder tengamos, ni más ni menos. La falta de fruto por un período prueba falta de poder. Las circunstancias externas pueden ser un obstáculo por un tiempo, pero nada puede oponerse por mucho tiempo al poder de Dios, así como el hecho de tratar de luchar contra los relámpagos intermitentes es oponerse a ese poder cuando es liberado sobre los hombres. O salvará o destruirá; traerá vida o traerá muerte.

“Recibiréis poder” es la promesa de Dios y la provisión de Dios. El resto depende de nosotros.


Por A.W. Tozer

 

"Sed Llenos del Espíritu" Efesios 5:18

Dificilmente podría parecer cuestión a discutir el hecho de que cada cristiano puede y debería ser lleno del Espíritu Santo. Pero algunos argüirán que el Espíritu Santo no es para el común de los cristianos, sino sólo para los ministros y misioneros. Otros mantienen que la medida del Espíritu recibida en la regeneración es idéntica a la recibida por los discípulos en Pentecostés, y que cualquier esperanza de una plenitud adicional después de la conversión se basa simplemente en el error. Unos pocos expresarán una lánguida esperanza de que algún día puedan ser llenados, y aun otros evitarán la cuestión como una acerca de la que conocen bien poco y que sólo podría causarles embarazo.

Quiero aquí declarar osadamente que es mi feliz creencia que cada cristiano puede tener un copioso derramamiento del Espíritu Santo en una medida mucho más allá de la recibida en la conversión, y podría decir también que mucho más allá de la recibida por el común de los creyentes ortodoxos en la actualidad.

Es importante que aclaremos esto, porque la fe es imposible hasta que las dudas sean eliminadas. A un corazón que duda, Dios no lo sorprenderá con una efusión del Espíritu Santo, ni llenará a nadie que ponga en tela de juicio la posibilidad de ser llenado.

A fin de eliminar dudas y de crear una expectativa confiada, recomiendo un estudio reverente de la misma Palabra de Dios. Estoy dispuesto a descansar mi causa en las enseñanzas del Nuevo Testamento. Si un examen cuidadoso y humilde de las palabras de Cristo y de sus apóstoles no nos conduce a creer que podemos ser llenos ahora con el Espíritu Santo, no veo entonces razón alguna para buscar en ningún otro lugar. Porque poco importa lo que hayan dicho éste o aquel maestro religioso en favor o en contra de la proposición. Si la doctrina no se enseña en las Escrituras, no puede entonces ser sustentada por medio de ningún argumento, y todas las exhortaciones que se puedan presentar carecen totalmente de valor.


No presentaré aquí un alegato en favor de la afirmativa. Que el indagador examine la evidencia por sí mismo, y si decide que no hay Justificación en el Nuevo Testamento para creer que puede ser lleno del Espíritu, que cierre este libro y se ahorre la molestia de seguir leyendo. Lo que digo de aquí en adelante se dirige a aquellos hombres y mujeres que han salido de dudas y
que están confiados en que cuando afronten las condiciones pueden realmente ser llenos del Espíritu Santo.

Antes que alguien pueda ser llenado por el Espíritu debe estar seguro que quiere estarlo. Y esto se debe tomar en serio. Muchos cristianos quieren ser llenados, pero el deseo de ellos es de un tipo vago y romántico que apenas si merece ser llamado deseo. Casi no tienen ningún conocimiento de lo que les costará el obtenerlo.

Imaginemos que estamos hablando con un indagador, un Joven y anhelante cristiano, digamos, que nos ha buscado para aprender acerca de la vida llena del Espíritu. De una manera tan gentil como sea posible, considerando la naturaleza directa de las preguntas, sondearíamos su alma de una manera más o menos así:

«¿Estás seguro de que quieres ser lleno de un Espíritu que, aunque es como Jesús en su gentileza y amor, exigirá no obstante ser el Señor de tu vida? ¿Estás dispuesto a que tu personalidad sea tomada por otro, aunque se trate del mismo Espíritu de Dios?

Si el Espíritu toma tu vida a su cargo, esperará de ti una obediencia total en todo. No tolerará en ti los pecados del yo, aunque sean permitidos y excusados por la mayoría de los cristianos. Por pecados del yo me refiero al amor propio, a la autocompasión. a buscar lo propio, a la autoconfianza, a la Justicia propia, al engrandecimiento propio, a la autodefensa. Descubrirás que el Espíritu está en acusada oposición a los caminos fáciles del mundo y de la multitud mezclada dentro de los recintos de la religión. Será celoso sobre ti para bien. No te permitirá que te Jactes, que te magnifiques o que te exhibas. Tomará la dirección de tu vida alejándote de ti. Se reservará el derecho de ponerte a prueba, de disciplinarte, de azotarte por causa de tu alma. Puede que te prive de muchos de aquellos placeres fronterizos que otros cristianos disfrutan pero que para ti son una fuente de refinado mal. En todo ello, te envolverá Él en un amor tan vasto, tan poderoso, tan inclusivo, tan maravilloso, que tus mismas pérdidas te parecerán ganancias, y tus pequeños dolores como placeres. Pero la carne gemirá bajo su yugo y clamará en contra de ello como una carga demasiado pesada para ser llevada. Y se te permitirá gozar del solemne privilegio del sufrimiento para completar «lo que falta de las aflicciones de Cristo» en tu carne por causa de su cuerpo, que es la Iglesia. Ahora bien, con estas condiciones ante ti, ¿sigues queriendo estar lleno del Espíritu Santo?»

Si esto parece severo, recordemos que el camino de la cruz nunca es fácil. El brillo y oropel que acompañan a los movimientos religiosos populares son tan falsos como el resplandor en las alas del ángel de las tinieblas cuando por un momento se transforma en ángel de luz. La timidez espiritual que teme mostrar la cruz en su verdadero carácter no debe ser excusada con ningún tipo de razones. Puede resultar sólo en frustración y tragedia como fin.

Antes que podamos ser llenos con el Espíritu, el deseo de ser llenado debe ser consumidor. Debe ser en aquel momento lo más grande en la vida, algo tan agudo, tan intrusivo, que no deje lugar a nada más. El grado de plenitud en cualquier vida concuerda perfectamente con la intensidad del verdadero deseo.


Tenemos tanto de Dios como realmente queremos.

Un gran estorbo para la vida llena del Espíritu es la teología de la autocomplacencia, tan extensamente aceptada entre los cristianos evangélicos en la actualidad. Según este punto de vista, un deseo agudo es una evidencia de incredulidad y una prueba del desconocimiento de las Escrituras. Una refutación suficiente de esta postura la dan la misma Palabra de Dios y el hecho de que siempre fracasa en producir verdadera santidad entre los que la mantienen. Luego, dudo acerca de si alguien recibió Jamás el aflato (soplo) divino que aquí nos ocupa, si no experimentó al principio un período de profunda ansiedad y de agitación interior. La satisfacción religiosa es siempre enemiga de la vida espiritual. 



Las biografías de los santos enseñan que el camino a la grandeza espiritual ha sido alcanzado siempre por medio de mucho sufrimiento y dolor interior. 

La frase «el camino de la cruz», aunque ha llegado a denotar en algunos círculos algo muy hermoso e Incluso placentero, sigue significando para el verdadero cristiano lo que siempre ha significado: el camino del rechazamiento y de la pérdida. Nadie Jamás gozó una cruz, así como nadie Jamás gozó una horca.
El cristiano que busca cosas mejores y que para su consternación se ha encontrado en un estado de total desesperanza en cuanto a si mismo no tiene por qué desalentarse. La desesperanza del yo, cuando va acompañada
de fe, es una buena amiga, porque destruye uno de los más poderosos enemigos y prepara al alma para la ministración del Consolador. Un sentimiento de una absoluta vaciedad, de desaliento y de tiniebla puede (si estamos alerta y conocedores de lo que está sucediendo) ser la sombra en el valle de sombras que conduce a aquellos campos feraces que se encuentran después de él. Si lo entendemos mal y nos resistimos a la visitación de Dios, podemos perdernos totalmente cada uno de los beneficios que tiene en mente un bondadoso Padre celestial para nosotros. Si cooperamos con Dios, Él quitará los consuelos naturales que nos han servido como madre, y que durante tanto tiempo nos han sido nuestro sustento, y nos pondrá allí donde no podemos recibir ayuda alguna excepto la del mismo Consolador. Nos quitará aquella cosa falsa que los chinos llaman «rostro» y nos mostrará lo penosamente pequeños que somos.
Cuando haya acabado su obra en nosotros, sabremos lo que quería decir el Señor cuando dijo: «Bienaventurados los pobres en el espíritu.»

Está seguro, sin embargo, que en esta penosa disciplina no seremos abandonados por nuestro Dios. Él nunca nos dejará ni nos abandonará, ni se irritará contra nosotros ni nos reprenderá. Él no quebrantará su pacto ni mudará lo que ha salido de su boca. Él nos guardará como la niña de su ojo y vigilará sobre nosotros como una madre vigila sobre su hijo. Su amor no fallará ni siquiera cuando nos lleve a través de esta experiencia de autocrucifixión, tan real y tan terrible, que sólo podamos expresarla clamando: « ¡Dios mío. Dios mío!, ¿por qué me has abandonado?»

Ahora bien, pongamos en claro nuestra teología acerca de todo esto. No hay en todo este penoso desnudamiento ni el más remoto concepto de mérito humano. La «oscura noche del alma» no conoce ni un solo tenue rayo de la traicionera luz de la pretensión de Justicia propia. No es mediante el sufrimiento que ganamos la unción que anhelamos, ni nos hace más queridos para Dios esta devastación del alma, ni nos da favor adicional ante sus ojos. El valor de la experiencia del desnudamiento reside en su poder de desligamos de los intereses pasajeros de la vida y de ponernos de cara a la eternidad. Sirve para vaciar nuestros vasos terrenales y para preparamos para la llenura del Espíritu Santo.
La llenura del Espíritu, así, demanda que entreguemos nuestro todo, que suframos una muerte Interior, que libremos nuestros corazones de la acumulación de siglos de basura adánica y que abramos todas nuestras estancias al Huésped celestial.
El Espíritu Santo es una Persona viviente y debería ser tratado como tal Persona. Jamás debemos pensar en Él como una energía ciega ni como una fuerza impersonal. Él escucha y ve y siente lo mismo que cualquier otra persona. Habla y nos oye hablar. Podemos complacerle o agraviarle o silenciarle lo mismo que a otra persona. Él responderá a nuestro tímido esfuerzo por conocerle y siempre nos encontrará a mitad del camino.

Por maravillosa que sea la experiencia de crisis de ser llenado con el Espíritu, debiéramos recordar que se trata sólo de un medio para algo mayor: esta cosa mayor es el caminar toda la vida en el Espíritu, habitados, dirigidos, enseñados y energizados por su poderosa Persona. Y la continuidad de este andar en el Espíritu demanda el cumplimiento de ciertas condiciones. Éstas nos son establecidas en las Sagradas Escrituras, y están ahí para que las veamos todos.

El andar llenos del Espíritu exige, por ejemplo, que vivamos en la Palabra de Dios como un pez vive en el agua. Con esto no me refiero meramente a que estudiemos la Biblia ni que tomemos un «curso» de doctrina bíblica. Me refiero a que deberíamos «meditar día y noche» en la Palabra sagrada, que debiéramos amarla, hacer de ella un festín y digerirla cada hora del día y de la noche. Cuando los negocios de la vida atraigan nuestra atención debemos, sin embargo, por una especie de bendito reflejo mental, mantener siempre ante nuestras mentes la Palabra de Verdad.

Entonces, si queremos complacer al Espíritu que mora en nosotros, debemos estar absolutamente absortos con Cristo. La presente honra del Espíritu es honrarle, y todo lo que Él hace tiene esto como fin último. Y debemos hacer de nuestros pensamientos un limpio santuario para su santa morada. Él mora en nuestros pensamientos, y los pensamientos sucios le son tan repugnantes a Él como lo es el lino sucio para un rey.
Por encima de todo debemos tener una fe llena de aliento que nos mantendrá en fe por muy radical que sea la fluctuación en nuestros estados emotivos.
La vida ocupada por el Espíritu no es una edición especial «deluxe» del cristianismo que pueda ser disfrutada por unos pocos privilegiados que tengan la suerte de estar hechos de un material más bueno y sensible que el resto. Se trata más bien del estado normal de cada persona redimida por todo el mundo.

Es «el misterio que había estado oculto desde los siglos y generaciones pasadas, pero que ahora ha sido manifestado a sus santos, a quienes Dios quiso dar a conocer cuáles son las riquezas de la gloria de este misterio entre los gentiles; que es Cristo en vosotros, la esperanza de la gloria» (Colosenses 1:26).

Faber, en uno de sus dulces y reverentes himnos, dirigió esta dulce palabra al Espíritu Santo:

Océano, amplio océano eres Tú,
De amor increado;
Tiemblo mientras en mi alma
Tus aguas mover siento.
Tú un mar sin orilla eres:
Eres terrible, de gran extensión;
Mar que puede a sí mismo contraerse
Dentro de mí pequeño corazón



Por A. W. Tozer

 



¿Qué es la hez del mundo? (1.a Corintios 4:13). ¿Es la polilla social de la cual nace el sindicato del crimen? ¿Es el genio del mal operando en las esferas internacionales? ¿Es Babilonia? ¿Es Roma? ¿Es el pecado? ¿Es una legión de malos espíritus que llevan este repulsivo título? ¿Qué es...?

Un millar de suposiciones sobre esta pregunta podría traer un millar de respuestas diferentes, todas desacertadas. La verdadera respuesta es la misma antítesis de lo que podríamos esperar. Esta «hez del mundo» no son hombres ni demonios. No es lo malo, sino lo bueno —y no solamente bueno, sino lo mejor de todo—. No es material, sino espiritual; no es de Satanás, sino de Dios. No es la Iglesia, sino un santo. No es sólo un santo, sino lo más santo de entre los santos. «Nosotros los apóstoles —dice Pablo— somos la hez de este mundo.» Luego, para añadir injuria al insulto, eleva la infamia y profundiza la humillación, añadiendo: (Nosotros los apóstoles somos) «la escoria de todas las cosas» (1.a Corintios 4:13).

Cualquier hombre que se ha llamado a sí mismo «hez de la tierra» no tiene ambiciones y, por tanto, no tiene por qué estar celoso de nada. No se atribuye reputación; por tanto, no tiene por qué pelear con nadie. No tiene posesiones; por tanto, no tiene por qué preocuparse. No tiene derechos; por tanto, no tiene razón para sufrir agravios. ¡Bendito estado! Se considera muerto; por tanto, nadie puede matarle. En tal estado de mente y de espíritu, ¿puede alguien maravillarse de que los apóstoles transformaran al mundo? Que los creyentes ambiciosos de hoy día consideren esta actitud apostólica hacia el mundo. Que el popular evangelista viviendo al estilo Hollywood reflexione sobre sus caminos.

Lo que dolía a Pablo más que sus ciento noventa y cinco azotes, tres apedreamientos y tres naufragios, era la crítica contenciosa y carnal de la gente de Corinto. Esta iglesia estaba dividida por rivalidades carnales —y por dinero—. Algunos habían subido a las alturas de la fama y eran los primeros comerciantes de la ciudad. Por esto Pablo les dice: «Vosotros habéis reinado como reyes sin nosotros.» Considerad los contrastes de 1.a Corintios 4:8: «Vosotros estáis llenos, sois ricos, habéis reinado como reyes sin nosotros. Nosotros somos necios por amor de Cristo, débiles, despreciados...; andamos desnudos y vagabundos (vers. 11). Somos hecho un espectáculo al mundo, a los hombres y a los ángeles.»

No era difícil para Pablo, después de todo esto, declararse a sí mismo el menor de todos, pero, luego, Pablo dirige toda esta verdad contra aquellos cuya fe había perdido su enfoque. Estos corintios estaban llenos, pero no eran libres. (Un hombre que ha escapado de su celda no es libre aunque haya podido arrojar de sí la cadena.) A Pablo le dolía que ellos tuvieran sobreabundancia y él nada; se queja de que su riqueza les había traído flaqueza de alma. Ellos tenían comodidad, pero no cruz; eran ricos, pero no traían el reproche de Cristo. No les dice que no son cristianos, sino que están buscando un camino sin espinas para ir al cielo. Por esto añade: «Ojalá que reinarais.» Si ellos estuvieran reinando, sería porque Cristo habría venido: el Milenio habría empezado. Y Pablo termina: «Para que nosotros reinásemos con vosotros.»

Pero ¿quién quiere ser deshonrado, despreciado, desprestigiado? Esta verdad es revolucionaria y transtorna toda nuestra corrompida enseñanza cristiana. ¿Quién se goza en ser estimado necio? ¿Es fácil ver nuestros nombres pisoteados como cosa mala? El régimen ateo rebaja a los hombres, Cristo los levanta. El verdadero Cristianismo es mucho más revolucionario que dicho sistema (aunque sin ser sangriento). Los tractores del mismo han tratado de allanar los montes de la riqueza y llenar los valles de la pobreza. Pensaron que por medio de la educación podían «enderezar los caminos torcidos», pero un Acta parlamentaria o una variación política no pueden traer el Milenio.

Pablo dijo acerca del apostolado: «Pobres, pero enriqueciendo a muchos.-» Gracias a Dios la bolsa de Simón el Mago no atrae la atención del Espíritu Santo. Si nosotros no hemos aprendido todavía cómo tratar con «el mamón  injusto», ¿cómo nos serán confiadas las verdadaderas riquezas?

Así que Pablo, un hombre social y materialmente en bancarrota, catalogado entre la «hez del mundo», pudo entender que, como hez, tendría que ser pisoteado por los hombres. Aun cuando podía responder a los filósofos epicúreos en la colina de Marte, sin embargo, por amor de Cristo, estaba dispuesto a ser tratado como loco. En cuanto a Jesús, el antagonismo del mundo fue fundamental y perfecto.

Hermanos, ¿es esto lo que elegimos? ¿Hay algo que nos irrite más que ser clasificados entre los indoctos e ignorantes? Sin embargo, un humilde pescador escribió el Apocalipsis, que todavía confunde a los eruditos. Estamos sufriendo hoy día una plaga de ministros que se preocupan más de llenar sus cabezas que de encender sus corazones. Si un predicador tiene inclinaciones por la cultura, que obtenga sus grados antes de entrar en el ministerio, pues cuando se encuentre ocupado en una labor tan importante, veinticuatro horas al día no le serán suficientes para llevar los nombres de su rebaño ante el gran Pastor y prepararles su alimento. El hecho es que las cosas espirituales tienen que ser discernidas espiritualmente (no psicológicamente). Ni Dios ni sus juicios han cambiado. Todavía es su prerrogativa «esconder las cosas de los sabios y entendidos y revelarlas a los niños». Y los niños, hermanos, no tienen intelectos colosales. La iglesia de esta hora se envanece a cada momento con los altos títulos de sus ministros, pero paraos un momento antes de envaneceros en la carne. Estamos teniendo una época muy baja en nacimientos espirituales. Y el diablo no se asusta hermano Apolos, de tu catarata de palabras elocuentes.

La línea de demarcación entre el mundo y el Cristianismo es bien distinta y significa descrédito. Los peregrinos de Juan Bunyan, pasando por la «Feria de Vanidad», eran todo un espectáculo. Su vestido, palabras, intereses y sentido de los valores se diferenciaban enteramente de la gente mundana. ¿Son así nuestras vidas hoy?

Durante la última guerra un general inglés dijo: «Tenemos que enseñar a nuestros hombres a odiar, pues si no odian no lucharán.» Hemos oído mucho (aunque no lo suficiente) respecto al amor perfecto, pero también necesitamos conocer el «airaos y no pequéis». El creyente lleno del Espíritu aborrecerá la iniquidad, la injusticia, la impureza y luchará contra todas estas cosas. Porque Pablo odiaba al mundo, el mundo odiaba a Pablo. Nosotros necesitamos también esta disposición a la oposición.

Stanley escribió su África oscura y el general Booth su Inglaterra oscura en medio de la más aplastante oposición. El primero vio los altos e impenetrables bosques con sus rugientes leopardos, sutiles serpientes y habitantes de las tinieblas. Guillermo Booth vio las calles de Inglaterra como Dios las veía, con su concupiscencia, pecado, juegos, prostitución, y levantó un ejército de Dios para combatir estas cosas. Nuestras aceras de enfrente son ahora nuestros campos de misión. No hagáis caso de la cultura y de las buenas maneras, pues una señora bien educada y de hablar suave puede estar tan lejos de Dios como una madre «Mau-Mau» vestida de hierba. Nuestras ciudades viven sumergidas en la impureza.
Un cristiano que llena su cerebro, noche tras noche, de cuentos de la televisión, llegará a tener un cerebro seco y un alma en bancarrota. Haría mejor de pedir a Dios que le quitara de este mundo, si está tan enamorado de esta edad licenciosa que la ceguera del pecado no arranca lágrimas de su alma. Cada calle de nuestras ciudades es un río de borracheras, divorcios, oscuridad diabólica y condenación. Si tomáis partido en contra de todo esto, no extrañéis, hermanos lectores, que el mundo os aborrezca. «Si fuerais del mundo, el mundo amaría lo suyo.»

Pablo declara rotundamente: «El mundo me es crucificado a mí.» Esto está fuera del alcance de los cristianos del siglo xx. El Gólgota fue testigo de multitudes que venían a ver la humillación de los malhechores que allí eran ejecutados. El lugar de crucifixión era un carnaval de burla y menosprecio. Pero ¿quién iba a la mañana siguiente a ver las víctimas? Solamente las águilas y los buitres para arrancarles los ojos y destrozar sus costillas. El espectáculo tenía que ser repugnante. Del mismo modo, Pablo, crucificado al mundo, era repugnante para el mundo.

¿Podríamos nosotros repetir interiormente, con labios temblorosos, esta frase: El mundo me es crucificado a mi?l Sólo cuando seamos de tal modo «muertos al mundo», con toda su pompa y placeres pasajeros, podremos sentir la libertad que Pablo conoció. El hecho cierto es que nosotros, los seguidores de Cristo, respetamos al mundo, sus opiniones, alabanzas y títulos. Un crítico moderno dijo que los creyentes tenemos «el oro como nuestro Dios y la ciencia como credo». (El que se enoje es que le duele.) Sin embargo, en este mismo año de gracia conozco algunos creyentes de ambos lados del Atlántico que visten trajes de segunda mano a fin de ahorrar su dinero para la obra de Dios y que, como Pablo, se hacen necios por amor al Evangelio.

Este bendito hombre de Dios, para quien el mundo le era crucificado, era considerado como «loco». Sin embargo, Pablo presentó de tal modo su mensaje que otros buscaron su muerte porque su «negocio corría peligro». ¡Estos benditos apóstoles, con su santo y saludable desprecio del mundo, cómo nos avergüenzan! Como dijo cierto poeta:

Siguieron la senda que asciende hacia el cielo Con grandes peligros, angustia y dolor. ¡Oh Dios!, danos gracia, Espíritu y celo A fin de seguirles con igual fervor.

Pronto vendrá el «adiós a la mortalidad y bienvenida a la eternidad». Por esto te deseo, querido lector, un año de abnegado servicio para Aquel que tanto se sacrificó por nosotros, para que nosotros también podamos terminar nuestra carrera con gozo.
 
 
Por Leonard Ravenhill
Gracias por visitar nuestro blogger, que Dios le bendiga grandemente. Gracia y Paz.